Cuantos de nosotros estamos estancados en las crisis de nuestra vida; muchas veces heridos por problemas que no podemos resolver. Tal vez, como este hombre del evangelio, estamos "tendidos", "tirados" en el suelo de la desesperanza, tratando de hallar una respuesta y una solución a nuestro problema.
La esperanza nos anima a construir, aún cuando el incendio, el huracán o el terremoto han reducido a escombros lo que habíamos edificado.
La esperanza anima a los enamorados a casarse, tener hijos, formar un hogar, aun cuando muchas familias se han desintegrado.La esperanza anima la fe de los creyentes, en un mundo en el que muchos han dejado de creer.
El Papa Juan Pablo II nos recuerda que "la actitud fundamental de la esperanza, de una parte, mueve al cristiano a no perder de vista la meta final que da sentido y valor a su entera existencia y, de otra, le ofrece motivaciones sólidas y profundas para el esfuerzo cotidiano de la transformación de la realidad, para hacerla conforme al proyecto de Dios" (encíclica Tertio Milenio Adveniente).
El Catecismo de la Iglesia Católica, en su numeral 1818, es claro al establecer que "la virtud de la esperanza corresponde al anhelo de la felicidad puesto por Dios en el corazón de todo hombre; asume las esperanzas que inspiran las actividades de los hombres; las purifica para ordenarlas al Reino de los cielos; protege del desaliento; protege en todo desfallecimiento; dilata el corazón en la espera de la bienaventuranza eterna. El impulso de la esperanza preserva del egoísmo y conduce a la dicha de la caridad".
Jesús es un hombre de esperanza y nos invita a todos a ser hombres y mujeres de esperanza, es decir, a superar fracasos de ayer, a realizar nuestro mejor esfuerzo hoy, confiando en que de esa manera construiremos un mañana mejor.
Cristo confía en el amor y en el poder de Dios Padre que ha creado y está guiando a este mundo y a cada ser humano que en él habita, en un proceso de desarrollo continuo y creciente hasta que alcancen su plenitud.No todo se logra de la noche a la mañana, es necesario sembrar y esperar.No existe un maestro capaz de enseñar todo en un momento, ni discípulo que sea capaz de asimilarlo.
Por eso todo padre de familia, todo maestro, todo artista, todo comunicador, necesita tener esta cualidad de Jesús: confiar en que el hijo, el educando, el receptor, serán capaces, potenciados por El Espíritu Santo, de captar, asimilar y profundizar mucho más de lo esperado.
...
Cuando nos encontramos con alguien o al momento de comunicarnos por teléfono, casi siempre se genera una pregunta: ¿Cómo estás?
Las respuestas son diversas: “ahí vamos de a poco mejorando”.
Otros responden: “más o menos”.
Hay quienes dicen en tono negativo: “como pan que no se vende” o simplemente "muy mal".
También podemos encontrar algunas respuestas como: ¡Bien!
Recuerdo una respuesta muy curiosa de un hombre al que le pregunto su amigo: ¿Cómo estás?
Y él respondió de una manera muy peculiar diciendo:
-De mis males estoy bien y de mis bienes estoy mal.
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